Hablar de Titanic, y no demasiado bien, supone entrar en una zona de riesgo proclive al ataque con dardos envenenados de una importante mayoría.
Y la verdad es que argumentos no les faltan. Se trata de la película
que acumula mayor número de estatuillas en una ceremonia de los Oscar
hasta la fecha con 11, junto a 'Ben-Hur' y 'El señor de los anillos: El retorno del rey'. Además, fue la película más taquillera
de todos los tiempos en su momento, con 1.800 millones de dólares
recaudados en todo el mundo, hasta la llegada de 'Avatar' del propio Cameron.
Con
semejantes credenciales, se hace difícil argumentar que se trata de una
película sobrevaloradísima, un producto destinado al consumo masivo por
concentrar toda su atención en una pobre y cargante historia de amor,
mil veces vista, aprovechándose del trasfondo épico y del impacto de una de las mayores tragedias del siglo XX.
Entiendo perfectamente que James Cameron también se sintiera "el rey
del mundo" por conseguir el ansiado éxito absoluto con una película de
espectacular envoltorio pero rancio e indigesto relleno.