El debate entre oficialidad y verdad ha sido algo característico de
muchas de las sociedades modernas, con un ciudadano dispuesto a destapar
lo que le ocultan sus dirigentes. Suspicacias históricas las hay
muchas, la reciente historia americana está plagada de ellas, pero pocas
de tal impacto y calado como la incógnita, todavía presente a día de
hoy, sobre el móvil de los hechos que acabaron con el asesinato de John
Fitzgerald Kennedy, trigésimoquinto presidente de los Estados Unidos de
América, del que se cumple el 50 aniversario. Consciente de ello, Oliver Stone
entregó en 1991 una controvertida película en torno a la supuesta
conspiración que terminó con la vida de JFK. Uno de sus mejores
trabajos, de factura cinematográficamente intachable, a la vez que
provocadora y abierta a la discusión sobre la veracidad de esta imponente reconstrucción del magnicidio.