La adaptación cinematográfica de la franquicia literaria de Suzanne Collins parte con dos problemas de base: la necesidad de contentar a una prole adolescente habituada, y encantada, con blockbusters insulsos del estilo de Crepúsculo, Transformers, Piratas del Caribe o incluso Harry Potter en sus vertientes más mercantiles, y una fuente argumental (novelas) que maneja temas interesantes pero que se queda en la mera superficie. Ante esta coyuntura, Gary Ross ofrece una película más que aceptable, con puntos a su favor como una buena factura y un loable manejo de los instantes de tensión, pero que no le impide caer por momentos en un exhibicionismo banal. Mucha polémica ha suscitado la similitud de la historia con otros productos (más o menos todos los conocéis), aspectos inherentes a la naturaleza humana y su organización como sociedad: autoridad, gobierno, clases sociales, debilidad-fortaleza del pueblo ante las desigualdades y que han absorbido otros aspectos primigenios actualizados por el avance tecnológico: publicidad, mercantilismo, concepto del espectáculo, gran hermano... con lo que es más importante su tratamiento que esas semejanzas. Los Juegos del Hambre no va más allá de su propuesta, como tampoco hace la novela, en una coyuntura comercial que da lugar a que el concepto de banalización de la violencia que maneja se vea diluido visualmente para conseguir una calificación por edades que no impida a los menores acudir a las salas. Aun así, el resultado es bastante satisfactorio, con pinceladas de calidad y una Jennifer Lawrence que sustenta con brillantez la película, bien acompañada por las buenas interpretaciones de los actores adultos, que aportan un tono cómico con ligeros trazos de humor negro, pero no tanto por los jóvenes: Josh Hutcherson ofrece una interpretación de adolescente compungido bastante risible.
Un notorio paso adelante en un panorama comercial basado en insustanciales productos enfocados descaradamente para el público adolescente, pero aún si insuficiente en una industria que necesita películas con más chicha y no tan amparada en las pobres aspiraciones de la chavalada. Las pretensiones deben ser mayores.
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